lunes, 11 de mayo de 2020

Costa Brava


LA COSTA BRAVA EN KAYAK

La Costa Brava, esa mezcla de acantilados que se precipitan en el Mediterráneo, de bosques de pinos que parece que quieran tocar el agua con las ramas, de rocas caprichosas, de islotes, de cabos, de calas y de playas. Desde los rincones más vírgenes hasta los más humanizados, que mejor que descubrirla que a bordo de un kayak de mar.



Un surco en la gruesa arena de la bucòlica playa de Cala Estreta y que parece querer unir tierra y mar. Aún no son las siete de la mañana y, en un abrir y cerrar de ojos, el suave oleaje lo habrá borrado. Esta efímera línea que han dejado nuestros kayaks al arrastrarlos hasta el agua será lo único que quedará de nuestro paso por aquí. Después de haber pasado una fresca noche primaveral en esta sucesión de calas con formas de herraduras. Emprendemos la quinta etapa de nuestro particular periplo, hoy acompañados por una luna redonda y brillante que parece esperar la salida del sol para desvanecerse con la claridad del día.




Sant Pere de Rodes, el inicio
Pero retrocedamos un poco. El pequeño pueblo de Port de la Selva, con su bahía abierta a norte, sufre el embate de la Tramuntana, aquel viento implacable que azota esta parte del país. Esperando a que mejores condiciones permitan nuestra salida, aprovechamos para acercarnos a Sant Pere de Rodes. Alzándose majestuoso en la ladera del monte, el principal atractivo de este monumento es su iglesia románica, eso sin contar las excepcionales vistas sobre la Mar de Amunt, Fue construida entre los siglos X y XI, aqui los pelegrinos que hacían el Camino de Santiago encontraban descanso, protegidos por el castillo de Sant Salvador, fortaleza que defendía, también, la población de Santa Creu, en el valle. Las vistas que nos regala nos empequeñece. Nuestra mirada alcanza por un lado el Pirineo, con la mítica cima del Canigó nevada, y por el otro la magnífica llanura del Golf de Roses i l'Empordà, flanqueado por un Mediterráneo que, por un instante, nos recuerda por qué estamos aquí.
Descendemos de nuevo al Port de la Selva, donde la tranquilidad en esta época del año parece romperse solamente con la llegada de los pescadores que se apresuran en llegar a puerto. Descargan el fruto de una jornada en el mar y como hormigas, si hubiéramos visto la escena desde lo alto del monasterio, se apresuran en llevarlo al interior de la pequeña lonja. A modo de pasarela de moda, las cajas azules, unas con gambas, otras con cabrachos, salmonetes o pulpos, se deslizan por la cinta desde la que van seduciendo a los atentos compradores, mientras nosotros ya pensamos en mañana, cuando partiremos con condiciones meteorológicas optimas para superar el mítico Cap de Creus.


El Cap de Creus
Cuenta la mitología que fue Héracles quien, afligido por la muerte de su amada Pirene, sepultó su cuerpo bajo miles de grandes piedras, creando de esta manera el Pirineo. Y, con las piedras que le sobraron, formó el Cap de Creus. Un lugar mágico. Moldeado por la fuerza de la Tramuntana y la furia de un mar que azota sus acantilados y rocas, esconde calas y remotos parajes que han resistido a la depredacion humana. El ritmo de nuestros kayaks, pausado pero decidido, nos descubre rincones a los que de otra forma sería muy dificultoso llegar. Cala Tavallera, cala Prona, Cala Portaló o Cala Culip son algunos de los regalos que nos hace nuestra singladura. Superamos la punta más oriental de la península, el Cap de Creus, capitaneada este por su faro. Un poco antes hemos desembarcado para  estirar las piernas y disfrutar de un paseo por el Paraje de Tudela, donde fantasiosas figuras en las rocas, como el águila o el conejo, fueron inspiración del genio de Portlligat, Salvador Dalí.




Justo debajo del faro encontramos la Cova de l'Infern, que ni es cueva, ni nada parecido al infierno, al menos hoy con esta placidas aguas. Ahora nos dirigimos hacia el sur, nuestros kayaks, largos, rápidos y bien pensados para largas travesías, cortan las olas como un cuchillo bien afilado, aunque al precio de cierta inestabilidad. Primera lección: las olas, mejor cogerlas de frente y si no, estar atento y compensar bien los movimientos y los pesos del cuerpo. Volcar puede hasta ser divertido en verano, pero ahora que el agua aún está fría y los días aun no son para nada calurosos, no apetece en absoluto reembarcar y achicar agua, mojado como pato.
Pasamos nuestra primera noche en Cala Nans, bajo el faro que domina la bahía de Cadaqués. El segundo dia ya nos aporta cierta confianza en nuestro tono muscular y en el dominio del kayak, aquellas olas que no sabíamos leer y nos hacían zigzaguear hasta perder el rumbo, ahora las afrontamos cada vez con más seguridad. En nuestra segunda etapa sobrepasamos el altivo Cap de Norfeu y poco a poco dejamos atrás la costa agreste y salvaje, mientras el inmenso Golf de Roses se muestra suavemente delante nuestro. La Tramuntana suave que se levanta a medio dia, hace que las largas playas de marismas y arena nos queden rápidamente atrás.




Salto al pasado
En el sur de este mismo golfo, pero hace 2.500 años, los griegos fundaron la ciudad de Emporion después de estar comerciando con los indígenas del lugar ya desde el SVII aC. Tras ellos, en el 218 aC llegaron los romanos para conquistar la Península Ibérica. Hoy en día, los restos arqueológicos que se han excavado (aspirantes a ser reconocidos Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO) son un magnífico vestigio de su paso por aquí. Desembarcamos para hacer noche, con ansias de retroceder en el tiempo, en el mismo lugar en que lo hicieron ellos.
Nueva albada, nueva salida de sol..., nuestro camino resiguiendo la costa hacia el sur debe seguir. Nuevos lugares por descubrir, nuevas historias que contar. Los paisajes agrestes se suceden delante nuestro. Los acantilados del macizo del Montgrí, de hasta 100m de altura, se precipitan en el mar como una frontera vertical que se alarga hasta que no llegamos a la reserva de las Illes Medes, frente las costas del Estartit. Las dejamos a levante y vamos descendiendo hacia el sur por largos arenales, pasada la desembocadura del río Ter, paramos y esperamos la noche en la acogedora cala de la Illa Roja.


La Costa Brava central
Después de contemplar una inolvidable salida de sol entre las Illas Medes, nos ponemos en marcha disfrutando de la tranquilidad de las paladas en las primeras horas, acompañados en todo momento por una linea de costa salvaje. Pequeños pueblos pesqueros, donde sus bonitas casas nos regalan preciosas imágenes, con sus barquitos bien dispuestos en la arena, como una decoración veraniega más. Sa Riera, Sa Tuna, Aiguablava..., una tras otra a ritmo de las palas y después de haver jugado entre las rocas de Aigua Xelida, pasando por los freus - pasos estrechos-, afinando nuestra destreza con los kayaks. En esta misma cala vivía en una humilde barraca de pescadores Sebastiá Puig 'Hermós', quien recibía muy a menudo la visita de Josep Pla. Juntos intentaron llegar a Francia desde aquí en barca, sin éxito, de donde salió el relato del genial escritor empordanés, ”un viatge frustrat” (Un viaje frustrado). Calella de Palafrugell, con su inconfundible postal de las arcadas de Port Bo a primera línea de mar, nos vuelve a la civilización



El sol nos ha adelantado a lo largo del día, sin apenas jugar con ninguna nube, y ha ido descendiendo frente a nosotros. Es así como llegamos a Cala Estreta, con ganas de reposar y coger fuerzas. Pinos, calas y acantilados. Un lugar donde la armonía de la naturaleza se muestra en todo su esplendor. La luz del día ya ha vencido a la luna cuando, al poco rato de salir de Cala Estreta, y dejando a nuestras espaldas las Islas Formigues, nos adentramos en La Foradada, un túnel natural en medio de una pequeña cala de aguas transparentes y por la que no podremos resistirnos a pasar por su interior. Volteamos la punta de Castell, tras el cual está la cala homónima. Una larga playa de arena blanca, emblema de la lucha conservacionista en la Costa Brava contra la especulación urbanística. Aquí aprovecharemos para subir a lo alto del montículo que domina estos parajes y en los que se encuentra los restos de un poblado ibérico de privilegiadas vistas. Cualquier excusa siempre es buena  para estirar un poco las piernas, a pesar del poco rato que llevamos paleando. Por delante nos espera la cala s'Alguer, con sus coloridas barracas de pescadores, en plena armonía entre el verde de los pinos y el azul del mar.
Superamos Palamós, autentico epicentro marítimo y pesquero de estas costas, una vez superado, nos dirigimos a enclaves turísticos de primer orden como Platja d'Aro y Sant Feliu de Guixols, aquí también encontramos rincones de gran belleza, que gracias a la divertida y ágil  navegación de nuestros kayaks conseguimos recorrerlos. En algunos puntos no podemos resistirnos a bajar y remojar los pies en unas aguas, que aquí es de un verde turquesa que parece sacado de un folleto turístico de cualquier paraíso tropical.


El último tramo. 
Pasamos la última noche de travesía en Sa Futadera, Solitaria y bucólica cala entre los pueblos de Sant Feliu de Guíxols i Tossa de Mar. Un continuo de acantilados de roca granítica, impresionantes paredes, con esporádicas calas y playas escondidas, como Concagats, Vallpresona, Rajols, Morisca.... Y también cuevas como la de Es Bergantí, Sa Cova, Sa Gatera o Es Tabac, en que el sigiloso paso de nuestros kayaks no perturbará su silenciosa y oscura quietud.











Aquí nos sentimos lejos de todo. El trayecto de llegada a Tossa con el mar com un espejo no deja de depararnos agradables sorpresas, con espectaculares y singulares playitas como Cala Pola o Cala Bona y sorprendentes cuevas con playas de arena en su interior. Tossa, como una anomalía en el tiempo, siempre consigue impresionarnos con su encanto medieval de altivas murallas. 


Seguimos por un largo tramo de costa salvaje y poco humanizada hasta llegar a Platja Canyelles, a partir de ahora entramos en la mayor concentración de freus de toda la Costa Brava, somos conscientes de ser auténticos privilegiados de poder recorrer estos laberintos de agua y roca en kayak. Superamos la siempre bulliciosa Lloret y ahora sumida en una serena calma. Los últimos kilómetros nos sorprenden por su belleza y la casi imperceptible mano del hombre en esta linea del litoral. En nada divisamos Blanes al fondo, puerta de entrada -por el sur- a la Costa Brava. En esta ocasión, en cambio, será nuestro destino final después de seis días por un litoral fascinante que hemos descubierto deslizándonos por el agua al ritmo de las paladas. 

 
Texto y fotos © Oriol Clavera


Este texto fue publicado en la revista  ZAZPI HAIZETARA en Julio del 2016


La travesia en kayak de la Costa Brava por etapas from TRANSBRAVA on Vimeo.



 
Datos de interés:

A diferencia de cómo esta descrita la ruta en el artículo, la mayoría de veces la ruta se realiza en sentido contrario de sur a Norte, el viento predominante en las primeras etapas, es Garbi, un viento térmico de sur que suele soplar en las horas centrales del día. A partir de Pals es posible encontrar viento de componente norte, aquí llamado Tramuntana y que tiene merecida fama de levantarse rápidamente y con dureza. 

Para superar el comprometido Cap de Creus es importante tener una previsión meteorológica propicia y sin vientos de norte. Es una zona aislada, rocosa y pocas playas aptas para desembarcar o vivaquear. Cap de Creus es un Parque Natural y como tal tiene zonas protegidas donde está prohibido desembarcar o pasar la noche.

Las mejores épocas para realizar esta travesía es evitar los meses centrales de verano (julio y agosto) para evitar la calor intensa y no encontrar problemas de accesos en playas pequeñas. En primavera los días son eternos y hay mucha vida marina, en otoño la temperatura del agua esta genial para bañarnos.




La travesía integral de la Costa Brava de Blanes a Portbou, en la frontera francesa son 180 km que se suelen recorrer en 7 días de paleo efectivo. Hay personas que añaden una etapa más a través de la Cote Vermeille y finalizan en la pintoresca localidad francesa de Cotlliure.


En esta ruta el único problema para la navegación es el viento, mucha atención a las previsiones donde sople de Norte o Este, suele levantar olas. Estamos en el Mediterráneo, no encontraremos incidencia de las mareas, ni las corrientes.

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